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"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos"   SURda

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17-02-2016

 


Hecho(s), contexto y correcta relación.

 

 

SURda

Notas

c.e.r

 

No esta de moda –en la literatura moderna- el relato que se sigue “desde el principio al final”. Más bien –un precursor en la literatura nacional, fue Eduardo Galeano- el libro actual puede comenzarce en cualquier parte del mismo que se desee y, después, el lector lo volverá a leer, ordenando el relato de acuerdo con su propia voluntad o la del escritor.

Sin ir más lejos, Héctor Amodio Pérez, en su interpretación del libro de Jorge Zabalza, comenzó a leerlo por el final –y hasta puso énfasis en el punto en cuestión.

Y esta bien que así sea.

Somos de los poquísimos –si no los únicos, si nos atenemos a lo escrito en la prensa (la alternativa y la otra, la supuesta “seria” y hasta con pretensiones) que saludamos la aparición en 2013, de Héctor Amodio Pérez (en adelante HAP). Lo señalamos en el país “de la cola de paja” y del caradurismo compadrón, esta “banda del Norte” o de “los charrúas” en las que nos tocó nacer.

El asunto nos provocó varios silencios en el teléfono y, sabemos, más de una puteada “compañera”, inclusive hasta una carta particular, reprochándonos el asunto. Dijimos entonces –en misiva corta- que nos manteníamos en nuestra posición y que los demás “podían hacer lo que les cuadrara o pareciere.

Fundamentamos también –en varios artículos, entre otros, siete, de polémica frustrada con Jorge Zabalza- el asunto.

HAP es un testigo válido, a pesar de que más de un perrito faldero “de la oficial” haga más muecas y morisquetas “que mono comiendo nueces”. Es válido y más de una afirmación que hace es creíble. No todas, sin embargo. Pero, en el tema, estamos de acuerdo con los historiadores y los métodos recomendados en la Historia, donde no hay testimonio al que se le “haga asco”.

¿ Cúanto daríamos en la “historia nacional” por un testimonio más extenso que el de Leonardo Olivera, sobre “el episodio del Monzón”, cuando Rivera se “entregó” o “fue apresado” y se “pasó” bajo apercibimiento de que si no lo hacía, a la mañana, “sería fusilado”? ¿Cúanto por una carta más extensa que la que Andrés Latorre dirigió a su hermana, con la escueta palabra de que Artigas “quedó cortado” y que por eso tuvo que pasar al Paraguay?

Es por esto , que en el Uruguay actual, y sobre esta “historia reciente”, solicitamos que los hombres y mujeres “de la segunda línea” hagan el libro –personal y/u mejor colectivo , sobre sus recuerdos y experiencias con énfasis especial sobre episodios sobre los que son escasos los testimonios: verbigracia “el Comité Central ampliado” que la militancia conoce como “la noche triste” y sobre la reunión que –suponemos- en Colón, Lezica, del 16 de marzo del 72, la denominada “reorganización”.

A esos episodios y muchos otros, que son fundamentales para explicar más de una cuestión, es necesario hecharle la luz de “los testimonios de los presentes en el evento” para salir de las interpretaciones malintencionadas y mentirosas de EFH, con “su mano negra” que estampa en su mamotreto de “En la nuca”. Aquí mas que “la firma” a manifiestos y proclamas que son producto del efecto de un formidable poema crítico del “Cristo” Olivera, hay que poner empeño y cabeza , agarrar el lápiz y dejar un testimonio bien escrito y bien pensado sobre aquellos hechos.

Volvamos, ahora, a nuestro tema…..

Estabamos…en que por suerte, HAP, ha salido de su silencio, largo, cuarenta años de silencio. Y, sin embargo no estamos de acuerdo con sus afirmaciones del No. 1556, publicados en “La Posta Porteña”.

Nadie podía conocer sus posiciones de 1972 –antes de su detención- por una sencillísima razón: las “bases” no teníamos ni la más mínima idea, de las elucubraciones, peleas, rencillas y fundamentalmente, del contenido real de ciertas discrepancias. El “aparato” (que no es lo mismo que “la organización” en el sentido de “estructura política organizada”) en dos instancias peligrosas para la vida interna: el 22 de diciembre y después de Pando, había prohibido y cerrado filas, prohibiendo las críticas y los críticos. Esos dos hitos, para nosotros fueron fundamentales en la forja “del aparato”, del secretismo y del verticalismo.

Aquí –cada una de las “vacas sagradas” y el pequeño círculo de adláteres y epígonos que los seguía- es responsable. Así fueron quebrando, eslabón por eslabón, lo que era su fuerte: “la unidad con tensiones”. Empezaron por no saber discrepar entre ellos mismos. Y como consecuencia si ellos mismos no se permitían discrepar abiertamente, les negaron ese derecho -básico y fundamental de toda organización política- a sus bases.

Como HAP, -y nos parece incorrecto- abre el paraguas antes de que llueva, con las referencias a Lenin y a Trotsky (que por el momento nadie ha citado) debemos señalar otra cosa relaccionada: el alibí (léase pretexto) de tanto secretismo, verticalismo y aparatismo fue siempre el mismo: el peligro de que el enemigo conociera las deliberaciones, propuestas y planes. Pero por poner tanto cuidado en lo conspirativo , se pasaron por arriba, varios defectos y carencias que estaban esperando puerta de salida. En concreto “las libertades” que se tomaban los “cooptados”, tanto subcomando, que aprovechaba la bolada para tapar sus particulares “libretazos”, sus “escapadas”, sus brutales cagadas e irresponsabilidades que afectaban al resto, los militantes. De tanto tolerar lo que empezó “como pequeños vicios”, ante los cuales y desde el pique “había que bajar la caña”, después se llegó a que la lectura más solicitada en Punta Carretas fuera “El Padrino” de Mario Puzzo y no Trías o Abelardo Ramos, como justamente –y esperemos que correctamente- señala HAP. Despues iría peor, luego del 14 de abril: “cantá para abajo”, tipo palo de gallinero, pero “no cantés para arriba” a las vacas sagradas, porque entonces “te metes en problemas” y te embagayas vos mismo.

Sí, evidentemente, hay que decir “la verdad” como dice ahora HAP, pero agreguemos: “toda la verdad”, mirándonos nosotros mismos al espejo, sin cortapisas ni absoluciones. Sin falsas autocompasiones. Aquí cada cual debe cargar “su” mochila y algunos –como es lógico- la tienen más pesada que otros.

La derrota es una dura escuela. Enseña muchas cosas y en su desarrollo se ven muchas cosas. Hay quienes tiran las armas y se ponen la casaca del enemigo. Hay quienes delatan. Hay quienes colaboran con el enemigo. Pero también, hubo una base militante, que resistió tozudamente, con la fé del carbonero, apegados a sus principios y a los valores que creían para todos colectivos. Los mejores de ellos se hicieron matar. A la oriental, sin alharacas, viejo y peludo nomás!!!. En eso tiene mucha razón Zabalza que coloca cierto poema al comienzo de su libro y en su recordatoria a cierto compañero que hacia “los cierres de tapa” de los berretines y por su pericia conocía casi todos los más importantes: el “gordo” Enrique.

Y en la epopeya tupamara, que bien criolla, nacional y epopeya fue!!! Los principales “niños cantores”, colaboradores y alcahuetes de los botones, no fueron las bases, fueron los dirigentes principalmente. Y –nos atrevemos a afirmar- por orden decreciente de responsabilidad –como debe ser- la legión de cooptados, todos los comandos y subcomandos “de grupo”. Ahí estuvo y seguirá estando, el cogollo principal de “los flojos” nuestros.

Algo más, final, para ponerle “al dialoguito fin” (como dice el tango).

Después de la “derrota del 72”, las bases tupamaras y algunos “responsables” que lo eran en serio continuaron la resistencia. En el 72, se detienen todas las “historias oficiales”. Pero la militancia colectiva siguió peleando y…muriendo. Lo hizo en Uruguay, lo hizo en Argentina, lo hizo en otros países de América Latina, donde algunos fueron a dar su concurso. Hasta el 75 caían compañeros del “Collar” en la resistencia, intentando reorganizar lo que se pudiera. Lo hicieron también en Central América, en todo terreno donde hubiera luchas populares por la emancipación y donde los débiles precisaran un brazo fuerte, armado, experiente y justiciero, allí estuvieron las bases tupamaras. Ninguno de los jefes nombrados, ninguno de los consagrados . Ninguno de los “campeones de la boquilla”, de “la medallita vieja del Abuso”, ninguno de ellos. Militantes de la base, armados con sus convicciones, con sus virtudes y con sus talentos, sin dar ni pedir cuartel. Algunos de ellos viven y tenemos el altísimo honor de ser sus amigos. Gloria eterna a todos ellos, los muertos y los que –por suerte- están vivos.

Nada más.

 

 
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